UNA TEMPORADA PARA LA ESPERANZA

Los aficionados a la ópera en Valencia si de algo podemos presumir es de estar habituados a las emociones fuertes. Y no me refiero sólo al terreno artístico. Cuando en 2006 se inauguró oficialmente el Palau de les Arts con aquel inolvidable Fidelio, muchos creímos vivir un sueño, al encontrarnos en nuestra ciudad, tras largos años de sequía operística, con un nivel musical que en nada tenía que envidiar al que se ofrecía en los principales teatros europeos.

Pero los sustos en el edificio de Calatrava empezarían pronto. En diciembre de ese primer año se hundía la plataforma central. Apenas diez meses después sería una inundación la que afectaría al desarrollo normal de la programación. En 2013 volvió a suspenderse la temporada debido al desprendimiento de parte del trencadís de la fachada. En 2015 era detenida la Intendente de Les Arts, Helga Schmidt, en medio de un dispositivo policial y mediático absolutamente desproporcionado. Dos años más tarde el sustituto de la Schmidt, el italiano Davide Livermore, anunciaba su dimisión insinuando que el nuevo gobierno autonómico llevaba la secreta intención de cerrar el teatro. Cuatro meses más tarde sería Fabio Biondi, uno de los directores musicales de la casa, quien abandonaría el barco al filtrarse la información de que no contaba con el apoyo de la orquesta. Demasiados sobresaltos para un teatro tan joven.

Y cada vez que una de estas noticias se hacía pública, los aficionados pensábamos que ese sería el golpe definitivo que haría que nuestro sueño se esfumara tan rápidamente como llegó. Pero lo cierto es que 13 años después de su inauguración, tras aguantar todos esos envites con mayor o menor fortuna, el Palau de les Arts continúa ofreciendo unas temporadas de ópera de un muy buen nivel. Y, lo que es más importante, seguimos contando con la mejor orquesta y coro de España, habiéndose convertido, tanto la Orquestra de la Comunitat Valenciana como el Cor de la Generalitat, en referentes internacionales, pese a todos los avatares que también les han sacudido durante estos años.

Por otro lado, el gobierno autonómico no sólo no ha cerrado el teatro, sino que ha renovado sus órganos de gobierno dando un mayor protagonismo a la sociedad civil, y ha procedido al nombramiento de un nuevo director artístico mediante concurso público con la participación de un comité de expertos, habiéndose designado al asturiano Jesús Iglesias Noriega, un hombre de contrastada experiencia nacional e internacional.

La próxima temporada, que se inaugurará el viernes 27 de septiembre con una indiscutible obra maestra como Las bodas de Figaro de Mozart, es la primera que responde al proyecto de Jesús Iglesias, y hay detalles en ella que invitan al optimismo. Se han aumentado las actividades en todos los espacios del recinto, se ha incluido por primera vez en el programa un ciclo de lied, hay una mayor diversificación de títulos, géneros y periodos compositivos, y nos encontramos con algunas citas que se antojan imprescindibles: como el Nabucco de diciembre, con la excelente Anna Pirozzi y la presencia confirmada de Plácido Domingo, pese a la infame campaña que está padeciendo este verano; la vuelta a Les Arts de la ópera barroca con Ariodante de Händel; un más que atractivo Requiem de Verdi con la dirección musical de Daniele Gatti; el Faust de Gounod que cerrará la temporada, con el muy veterano (85 años) director francés Michel Plasson, una leyenda viva de la batuta; y, sobre todo, la joya de la programación, esa maravilla de ópera que es Elektra de Richard Strauss, con dirección musical del alemán Marc Albrecht, dirección escénica del prestigioso Robert Carsen y una protagonista de auténtico lujo, como es Irene Theorin.

Después de tantos años de miedos y sobresaltos, creo que el inicio de la gestión de Jesús Iglesias y la programación anunciada ofrecen motivos para la esperanza. Ojalá esto sólo sea el inicio del definitivo despegue y consolidación de nuestro teatro que hace bien poco parecía estar herido de muerte. Pero para ello será necesario también algo fundamental, como es que los aficionados respondamos llenando Les Arts, demostrando así que todo este esfuerzo está justificado, porque sin el público nada de esto tiene sentido.

Atticus
elblogdeatticus.blogspot.com

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