LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL ES LA NUEVA ELECTRICIDAD

La electricidad fue introduciéndose desde principios del S.XX en todos los sectores de la economía, eliminando profesiones como la de sereno o lavandera o la de esas personas que traían hielo de las montañas en carros, para las “neveras” de las casas de los ricos o de las tiendas de ultramarinos (la palabra “supermercado” no existía). La electricidad cambió totalmente los hogares, la vida de nuestros padres y abuelos (abuelos y bisabuelos, si tienes 20 o 30 años). La electricidad eliminó las eternas penumbras de sus casas, aportándoles noticias, música y diversión, con la radio, la televisión y el tocadiscos o cassette.

Mi abuela nació en 1900 y nunca perdió su capacidad de asombro ante ese interruptor que, por arte de magia, iluminaba de repente una habitación. O ante esa radio que le traía conciertos de música clásica, “como los que iban a ver los ricos”. Cuando era niña, en su casa no había electricidad y, de adolescente, cuando en el pueblo ponían en marcha el generador, al atardecer y durante algunas horas, se iluminaba la única bombilla de la casa, en el comedor.

Hoy la “Inteligencia Artificial”, aunque está en boca de todos, todavía se contempla como la única bombilla de la casa de mi abuela: algo singular, una Siri, Cortana o Alexa en el comedor. (Las pasadas navidades dejé impresionada a mi mujer con su regalo: el “aparatito” al que le dijo “Pon música de los Beatles”...¡y se la puso!).

La población en general aun ve la extensión de la IA como “algo del futuro” y algo puntual, no es capaz de percibir como sus vidas, en mucho menos tiempo del que creen, van a cambiar radicalmente. Hasta que llegue un punto en que todo los que les rodee este impregnado de IA...y ni se den cuenta.

La inteligencia artificial es la nueva electricidad” es una frase acuñada por uno de los gurús mundiales de la IA, Andrew Ng, que la utiliza en el sentido de que, como sucedió con la extensión de la electricidad, toda la economía y la sociedad van a verse transformadas por su presencia. Nuevas actividades económicas y empresas que eliminan a las antiguas, trabajos que se crean y trabajos que se destruyen.

Pero yo le añado un matiz a la comparación. En algún momento de la segunda mitad del siglo XX nos “olvidamos” de la electricidad y ya nadie dedicó un segundo a maravillarse de cómo una bombilla se encendía, una nevera funcionaba, un cajero automático daba dinero o un teléfono, sin cable a una pared y en medio del monte, funcionaba. Pues de igual modo, pronto, cuando con el “Internet de las cosas” (IoT), prácticamente cada objeto que nos rodea pueda comunicarse con nosotros (una nevera que nos avise de que no quedan huevos, una maceta que nos advierta de que hay que regar la planta) dejaremos de darnos cuenta de que una IA está seleccionando cuales de los miles de mensajes e informaciones que nos afectan, requieren de nuestra atención.

Si hoy dejamos de mirar el teléfono móvil durante una hora, nos encontramos con 78 nuevos “wasaps”, 7 sugerencias de Google-Maps y 12 nuevas noticias en el Chrome: intercalados artículos sobre un nuevo gobierno, una banda de asalta-pisos desarticulada en tu ciudad y el elegante/horrendo vestido que ayer se puso la reina Letizia.

Pero mañana, cuando el IoT lo impregne absolutamente todo, los sistemas de IA serán los encargados de cribar esa masiva llegada de información a nuestra vida e impedirá que “lo insignificante” consuma nuestro tiempo. La inteligencia artificial aprenderá a interaccionar con nosotros sólo cuando estrictamente lo exija una situación determinada y dependiendo del contexto en que nos encontremos. Aprenderá a gestionar, ella sola, por nosotros, los centenares de mensajes de los miles de dispositivos a nuestro alrededor que no son relevantes para nosotros en ese momento, en definitiva, aprenderá a tener “sentido común”.

La IA será omnipresente, como la electricidad. Pero, como hemos hecho con ella, nos olvidaremos de que existe.

Santiago Ferris Gil
Santiferris.com

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